El otro día planteaba la cuestión de si es posible cambiar, y espero que os haya convencido de que es así. No porque lo diga yo, porque lo diga Mario Puig o porque lo digan numerosos estudios de neurociencia. Simplemente es la realidad y ejemplos, a poco que miremos, los encontraremos. Vivimos en un mundo cambiante y la única forma de adaptarse es cambiando con él.
Yo creo que el quid de la cuestión en el maravilloso mundo del cambio no es tanto si se puede o no se puede cambiar, que poder, se puede, pero más bien la idoneidad de cambiar. Por ello creo que uno debería parar un tiempo y hacer balance. Qué funciona, qué no. Si lo hacen las empresas, por qué no hacerlo con nosotros mismos.
En mi caso concreto, he seguido la siguiente aproximación:
1. Que hable la voz de la consciencia:¿Qué quieres cambiar? ¿Por qué quieres cambiar? ¿Qué vas a obtener? ¿Estás siendo realista?
Creo que la primera pregunta que hay que hacerse siempre antes de querer cambiar, así a lo loco, es por qué se quiere cambiar algo.
Por ejemplo, cuánta gente no se propone a principios de año dejar de fumar, hacer más deporte y comer mejor. ¿Cuántos lo logran? Pocos. Unos te empiezan a decir que es que están acostumbrados al cigarrillo de después de comer, que les calma, que piensan mejor, etc. No es falta de consciencia de los peligros que conlleva fumar, sino que ellos, internamente ya han valorado que fumar, a pesar de los peligros, les ofrece más que les quita.

Igual con el deporte y comer mejor. Mucha gente lo hace por razones estéticas simplemente. Personalmente creo que es una razón muy pobre y que además va a chocar con una realidad incuestionable: por mucho que hagas deporte y comas bien, no te vas a convertir ni en Brad Pitt ni en Angelina Jolie.
Eso es así para la gran mayoría de los mortales. Si tienes razones tan superficiales, lo normal es que tras matarte y posiblemente a un ritmo que no te beneficia, al no ver resultados abandones y te des a los donetes de forma descontrolada.
Una vez descubierto qué quieres cambiar, y tus motivos habrá que hacer un balance primero y una hoja de ruta después.
- Mirar la realidad cara a cara: ¿Dónde estás ahora mismo?
Si quieres mejorar tu salud, es bueno preguntarse: ¿Qué síntomas tienes? ¿Están relacionados? Si es algo más emocional o existencial: ¿Estás contento con tus relaciones, con tu trabajo, con tu vida? ¿Qué cosas te gustan, cuáles no?

En definitiva: ¿Qué cosas haces ya bien, cuáles son mejorables? No todo lo estás haciendo mal, no partes de cero, así que en aquellas cosas que ya haces bien, date una palmadita en la espalda y congratúlate.
Es bueno apuntarlo todo y ver patrones (yo me he basado en este esquema para ver qué cosas hago bien y cuáles no. Más sobre esto en la próxima entrada). Es soprendente comprobar que muchos síntomas están relacionados.
Creo que ayuda el ser consciente de que de seguir así, no solamente te vas a perder muchas cosas que son importantes para ti, sino que tu sufrimiento irá in-crescendo y cada vez te parecerá más difícil salir de la situación. Por otro lado piensa que es un experimiento. Si no te va bien, siempre puedes volver a tus costumbres o readaptar las nuevas para que se adapten a tu personalidad.
A mí me ha ayudado: pensar cómo soy cuando estoy bien, y cómo el mundo se me cae encima y cambia mi personalidad cuando estoy mal. Si lo escribes tiene más efecto porque lo ves más claro. En mi caso, soy dos personas totalmente diferentes.

Si al hacer balance de tu situación actual, logras ver un patrón y una causa común, ya puedes dar saltos de alegría y hacer la danza de la victoria. Sino, no pasa nada, creo que hasta que se pueden unir los puntos, pasa un tiempo. Hay que seguir la intuición y estar alerta y preguntarte si algo determinado te sienta bien o mal. Lo bueno es que todo lo que vayas descubriendo acerca de ti, te ayudará en el futuro.
El problema es que a veces uno se puede atascar ahí, y creo que entonces el visionar dónde queremos llegar es importante. Lo malo es que cuando uno está en el fondo del pozo, a veces no puede siquiera pensar que haya otra posibilidad que estar en este pozo oscuro, mugriento y lleno de bichos.

A mí las preguntas que me han servido son las siguiente: ¿Cómo quieres que te recuerden cuando te mueras? ¿Por qué cosas quieres que te recuerden? ¿Qué harías si no tuvieras ningún tipo de limitación económica, de tiempo, familiar o de otro tipo?
Preguntas del tipo: ¿Qué harías si te murieras en una semana-año? No me sirven, porque lo único que me provocan es un estrés tremendo y el síndrome de dar vueltas persiguiendo mi propia sombra. Si tienes tendencia a la autoexigencia estas preguntas te hacen más mal que bien. Y te hunden más, porque ves que no llegas y tu cuerpo se pone a 1000 para compensar.

Igualmente, el ser conscientes del que el tiempo es finito, es necesario para no postergarlo para la segunda o tercera reencarnación.
Si eres de los que se emocionan con cada cosa y te llaman la atención tanto ser astronauta de la NASA, como vender mojitos en un chiringuito en Nueva Zelanda, quizás te cueste distinguir lo que realmente quieres.
Quizás escojas cosas porque suenan bien y molonas de primeras y porque crees que te encantaría implementarlas en tu vida. Luego quizás descubras que realmente a la larga supondrían ahondar más en tu propia miseria personal.
Aquí creo que la clave es primero conocerse bien y ser realista, y segundo, hacer una lista de prioridades. Roma no se construyó en dos días, o eso dicen, yo no estaba.
- Ponerse manos a la obra: Piano, piano, si arriva lontano.
Una vez tienes más o menos claro qué quieres cambiar y cómo lo vas a hacer, creo que lo más importante en esta fase es mantener presente el punto 1 y 2.
Saber hacia dónde vas, y dejar que actúe como brújula. Si tu situación de partida es mala, también te ayudará ser consciente de lo mal que estabas en el momento de partida. Escríbelo, ten fotos si es necesario. Porque si bien no es necesario llegar a estar mal, remal para iniciar un cambio, está claro que si la única opción es cambiar, esto te va a dar más fuerza. Es una forma fina de decir que no te queda otra.

En cualquier caso, y para que cualquier medida sea sostenible en el tiempo, lo primero que hay que tener claro es que lo que sea que hagas te tiene que servir a ti.
Está muy bien querer mejorar la dieta, pero si llevas años comiendo fatal, igual pasarte a una dieta vegetariana o crudi-vegana no sea tu mejor elección de primeras. Vaya, que no vas a durar ni media semana y del estrés que te provocará, querrás comer mucho peor de lo que ya lo hacías.
Igual en este tema yo tengo mis propias teorías, pero como la implantación es radical* y eso no es posible para la gran mayoría de los mortales, lo más sensato es ir metiendo cambios poco a poco.

Entre otras cosas, también, hay que ser REALISTA. Hay cambios que requieren tiempo. En ocasiones mucho tiempo. Si por ejemplo, tu salud está resentida y tienes tantos síntomas que un abuelo nonagenario está hecho un chaval a tu lado, no te engañes, cambiar de hábitos no va a ser como la operación biquini, dos meses antes de verano para lucir palmito y listos.
No.
La mayoría de las veces, llegamos a un estado de insatisfacción vital y de decaimiento en la salud (incluso enfermedad) por la acumulación de pequeños gestos realizados con tesón y de forma repetida a lo largo de cada día de nuestra vida, de los últimos 5-10-15-20 o más años.
La buena noticia es que fuerza de voluntad y tesón sí que tienes. Oh yeah!
La mala, es que lo has hecho en la dirección que no era. Oops.
Cuando los hábitos se instalan, son como autopistas en el cerebro. Las señales neuroquímicas prefieren coger las autopistas, que son más rápidas, que pillarse un “proyecto de camino” que hay por el medio del bosque y lleno de zarzas. Esto es así y asumirlo te quitará mucha frustración.
Así que para dejar la Highway to hell, harán falta, lo primero consciencia, lo segundo una paciencia infinita, y lo tercero ser benignos con nostros mismos y ser nuestros animadores incansables.

No torturarnos si las cosas no salen a la primera. No en vano, entre tú y yo, no puedes culpar a tus pobres neuronas de querer ir a por la vía fácil y rápida, cuando estamos continuamente buscando soluciones rápidas para todo.
Vivimos en la era del quick-fix: “Adelgace en 15 días, aprenda inglés en dos meses, abra un blog y en medio año gane suficientes ingresos pasivos, como para mandar a tomar viento a su jefe e irse a vivir a las Bahamas, etc.”
¡Qué cansino! Sólo de pensarlo y me dan ganas de tumbarme en el sofá de puro cansancio.
Hazte del slow-movement. Es más sano y agobia menos.

Además, es que sintiéndolo mucho, no funciona así. Sí, lo sé, es una putada, pero es lo que hay. Si las cosas no costaran, los atletas de élite en lugar de entrenar 8 horas diarias, se pondrían esos parches que mueven los músculos y se quedarían “descansando” en el sofá.
Piensa que si has estado 20 años de tu vida realizando mal las cosas, al menos, necesitas el mismo tiempo para que los nuevos hábitos sean una parte integral de ti. Como estarás aprendiendo de forma consciente, acortarás el tiempo en el que los hábitos darán resultados y se instalen, pero para que estos sean duraderos, tendrás que mantenerlos durante años. De por vida a ser posible.
Por eso mejor tomárselo con calma. Las células humanas, de media, se regeneran cada 7 años. Eso quiere decir que cada 7 años, se ven los resultados de tu estilo de vida de hace 7. Eso quiere decir, que si empiezas a cambiar ahora, aparte de los resultados más visibles e inmediatos, no verás todos los resultados hasta dentro de 7 años.
¿Es para tomárselo con calma o no?
En resumen, para mí, hasta la fecha, las reglas de oro del cambio son las siguientes:
Regla # 1: Sólo alguien convencido de que quiere cambiar, va a cambiar.
Regla #2: Tener razones poderosas para cambiar y que estén alineadas con tu forma de ver la vida o valores.
Regla #3: Perseverar será más fácil si lo que ganas con el cambio es más de lo que pierdes.
Regla #4: ser valiente y ver la situación de partida de forma realista.
Regla #5: ser realista sobre tus objetivos y del esfuerzo que conllevan. Los milagros no ocurren de forma espontánea.
Regla #6: los cambios tienen que cumplir la regla de la sostenibilidad. Si no lo puedes mantener en el tiempo, es que ese cambio es demasiado ambicioso para ti ahora mismo. Adáptate. Sé realista y mantén prioridades.
*Considero que la mayor parte de los malos hábitos alimenticios denotan problemas emocionales y que sólo con un cambio radical de ambiente, el cuerpo empieza a hablar y a reclamar lo que es suyo, y no guarradas que nuestro cerebro está empeñado en querer para afrontar situaciones desagradables.